
En un cuarto con un colchón prestado en el suelo, entre bolsas de basura y unos pocos platos, vive Chepina en un domicilio de la Zona Centro de Durango. No camina, no puede hablar con fluidez y depende por completo del hombre que, según dice, es su único familiar, aunque también, de acuerdo con los vecinos, es su presunto agresor.
Chepina no sabe cuántos años tiene con exactitud, pero dice que nació un 3 de julio de 1993. Recuerda haber vivido en Estados Unidos, sabe algo de inglés, y su comida favorita son las enchiladas, aunque lo dice con su voz entrecortada.
Al no poder levantarse, se la pasa postrada en el colchón; su cuerpo luce delgado y frágil. Tampoco sabe qué padecimientos tiene exactamente, solo que desde hace mucho tiempo ya no pudo caminar y le dan algunos ataques epilépticos, por lo que debe tomar medicamentos.
“Por los ataques que me dan, quedé toda flaca. Sí iba a la escuela en la primaria en Nuevo Ideal (…) Me dicen Chepina, mi nombre es Josefa Arreola Esquivel”, platica.
Su mamá murió hace años; desde entonces se quedó a cargo de su padrastro. Tiene dos hermanas, una vive en Estados Unidos.
“Lupe, mi padrastro, es mi único familiar (…) Ellas me dijeron claramente: ‘si lo escoges a él, te olvidas de nosotros'”, expresó. Recuerda también que tuvo una bebé, pero a los cinco meses se la quitó una de sus hermanas y dice que la llevó al DIF. No sabe nada más.
Al preguntarle si es maltratada y abusada, al principio contestó: “pues dicen, quién sabe”, pero al hacerle nuevamente la pregunta y luego de una larga pausa, dice: “pues mire, la verdad es que sí me maltrata mucho, y me cortó el pelo. Yo he durado muchos años con él y andando así en la calle desde que falleció mi mamá, pero he sido fuerte y he aguantado, pero él es el único modo que tengo para vivir en esta vida”.
“Yo he aguantado… pero sí me maltrata”, insiste.
A pesar de la condición en que vive, asegura que quiere leer y hacer cosas; sabe poner uñas y le gusta deletrear palabras.
Su vecina y arrendadora, la señora Silvia Vela, se percató de la situación que se estaba presentando aparentemente de maltrato físico y sexual, ha sido su principal protectora. Además de hacer el reporte a las autoridades, ella la cuida y alimenta dentro de sus posibilidades, pero no puede hacerse cargo completamente.
Silvia Vela vive en un domicilio sobre la calle Gómez Palacio y puso un anuncio en julio de 2024 de renta del local que tiene adjunto a su casa. Antes era una ferretería.
A los pocos días de haber colocado el anuncio de “Se renta”, recibió una llamada de un señor que dijo llamarse José Guadalupe Montenegro Nevárez, a quien le interesaba rentar el local, pero más bien para utilizarlo como un cuarto, porque dijo tener la necesidad, pues acababa de llegar de Zacatecas con su hija, porque eran de allá, pero desde ahí mintió porque luego se dio cuenta por su credencial que los dos son de Durango.
“Hasta la fecha, la renta siempre la ha pagado por adelantado. No sé exactamente en qué trabaja, dice que es rotulador”, platica Silvia.
Desde que llegaron, venía con Chepina en la silla de ruedas y toda tapada. Dijo que era su hija. Todo iba aparentemente normal, aunque ella nunca salía.
Fue en diciembre que se escucharon los primeros gritos. Cuando se le preguntó a Lupe qué pasaba, dijo que no hiciéramos caso de los gritos porque su hija estaba enferma y por los ataques así se escuchaba. Varias veces pasó lo mismo.
Con el inicio de las pasadas campañas políticas, Lupe me pidió que la cuidara y le diera el medicamento, pero cuando entré al cuarto y vi las condiciones en que estaban, me preocupe, sentí muy feo. Nadie merece vivir así.
Un mes se quedó conmigo en mi casa, mientras limpiaba el lugar un poco y porque Lupe me pidió que la cuidara. En esos días ella me contó que en algún momento estuvo gorda como yo y que caminaba.
Me contó también que antes tenía el cabello largo, pero que su padrastro un día se enojó, le pegó y se lo cortó, además de que pasaba días sin comer, pero después ella misma dice que quiere estar con él.
El pasado fin de semana la golpeó brutalmente. Unas personas que iban pasando escucharon los gritos. Salió Silvia y su hermano también. Le llamaron a la policía, pero no se lo querían llevar. Finalmente lo hicieron, y aunque salió de inmediato, no se ha acercado de nuevo al domicilio. Al parecer tiene miedo de que lo vuelvan a aprehender y acusar, pues ya sabe que se ha reportado el caso.
Mientras tanto, Silvia le ha dado de comer, pero se percató nuevamente de las condiciones en que se encuentra: sigue en el mismo colchón que les prestó, con bolsas de basura y solo unos pocos platos sucios. Hay una bolsa de medicamentos, que son los que supuestamente requiere para estar bien.
Ahora pide a las autoridades que tomen el caso y que no dejen acercarse a Lupe, pues Chepina le tiene mucho miedo. Pero a la vez, no acepta completamente el maltrato, pues no cree que alguien más la pueda ayudar a vivir, ya que depende de otra persona para todo.
“Yo le he dicho que tiene la oportunidad de vivir diferente, que trate de esforzarse para que no dependa de nadie, que merece otra vida”.
El reporte ya está hecho, pero espera que en esta ocasión Chepina sí reciba ayuda y la protejan de su abusador. Por eso decidió también hacer la denuncia pública, pues aunque al parecer sí se le dará seguimiento al caso y ya ha acudido personal de la Procuraduría del DIF, no quiere que la situación quede impune.
